jueves, 20 de diciembre de 2012

Lo Profundo de la Banalidad. Cap. 2


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Capítulo 2: Llegando a lo desconocido

       Me acerqué y le toqué el rostro con un palito, ella se encontraba tirada sobre el barro, no se si estaba vestida o desnuda, a lo mejor lleva ropa o a lo mejor no. Quizás una blusa blanca manchada por la tierra o quizás no. La lluvia era intensa y ella no parecía moverse, yo seguí por unos minutos tocándole su pómulo con un palito.

        -¿De dónde vienes? Pareces perdida y muerta. ¿Estás muerta? Parece que lo estás porque no contestas cuando te hablo. Yo no creo en los muertos sabes, una vez vi morir a un hombre y resultó que estaba vivo. Desde entonces solo creo en los vivos y en los cuerpos inertes. Tú pareces un cuerpo inerte, como esa roca de ahí, aunque probablemente esa roca pese más que tu; tu piel parece más suave que la de la roca y probablemente ella permanecerá ahí más tiempo que tu cuerpo inerte.- Proseguí con mi soliloquio y dándole toquecillos en el pómulo con un palito.

       El agua de la fuerte lluvia se deslizaba por su pelo cobrizo, uno de sus mechones en concreto parecía como si hiciese brotar agua de su interior, al principio creí que era impresión mía, que el agua al caer generaba esa ilusión en su cabello, pero no, estaba brotando realmente, de uno de sus mechones comenzó a salir agua a borbotones, cada vez con más fuerza y no tardó en abrirse camino por el barrizal.
       Me separé de ella y a su lado pronto se formó un río que nacía de su cabello. ¡Es la primera vez que veo el inicio de un río! Su cauce fue en aumento, cada vez más ancho, cada vez salía más agua que ya la cubría a ella por completo, ya no era solo un mechón, ahora de cada pelo salía un torrente. Finalmente ella se transformó en el río, su cuerpo se fue disolviendo hasta que solo quedaron sus cabellos, y pronto se los llevó la corriente.
       El río huyó, salió corriendo tras el último de los mechones cobrizos.

        Caminé por el barro, con mi palito en la mano, siguiendo lo que hasta hace un instante era un río. Caminé en busca de un cuerpo inerte tal vez desnudo o tal vez no, a lo mejor llevaba una blusa blanca manchada por la tierra. Me aferré a mi palito y caminé, acompañado por mi, en busca de un pómulo pálido al que dar golpecillos.

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