miércoles, 25 de enero de 2012

¡Belleza!

          El martes amanece, mi sueño no se ve sorprendido cuando los primeros rayos de sol se cuelan por las rendijas de las persianas. Da gusto despertarse tras haber dormido bien, disfrutar el despertar estirándose en la cama, aferrarse a la almohada y sentirse feliz.
          Solo dos días a la semana no hay un despertador que derrumbe mis sueños; dos días sin obligaciones ni responsabilidades; dos días repletos de mi y de tiempo libre. Dos días sin nada que hacer. Sin nada que hacer. Sin nada que hacer...
          Me siento al borde de la cama y admiro como las mantas han vencido en la batalla contra mi cuerpo dormido, han mantenido sus posiciones fijas. Me encanta hacer la cama bien para que apenas se deshaga. Me pongo en pie y camino por el suelo de madera hasta la ventana, mientras subo las persianas pienso en como era yo antes, en como desperdiciaba los días como hoy haciendo cosas; en como me inundaba la inexplicable necesidad de hacer algo, de aprovechar el tiempo. Ahora sonrío cuando pienso eso de aprovechar el tiempo. Abro la ventana para dejar que la brisa primaveral dé frescura a mi habitación. Respiro, me gusta sentir como el aire fluye por mi interior...
          Hago la cama, pienso que hacer algo es una forma de evitar pensar, pero lo pienso mientras hago la cama... me pregunto en qué piensan las amas de casa. Imagino que pensarán en lo siguiente que van a hacer, yo cuando trabajo pienso en eso, porque si me sumerjo en mi mente hago las cosas mal y a menudo tengo que repetirlas. A lo mejor se concentran en hacer bien lo que están haciendo... La diferencia es sutil pero gigante. Pensar mientras hago la cama, o hacer la cama mientras pienso. Acabo de hacer la cama y voy a lavarme la cara, lo necesito, me encanta hacerlo. Las frías baldosas del baño; mi reflejo matinal; mi mano que acaricia el lavabo y acaba por abrir el grifo; el agua fría contra mis manos, fresca, helada; jabón con olor a manzana; el agua fría contra mi cara, que instante tan glorioso; me apoyo contra el lavabo. Y me miro al espejo.
          Este eres tú. Disfrutas del despertar, de la brisa, del agua y de tu reflejo. No hay nada mejor que levantarse disfrutando, a fin de cuentas en eso consiste la vida, en disfrutar de cada instante y en admirar la belleza. Hacer cosas es una forma de mantener entretenido al cuerpo; Pensar es una forma de entretener a la mente. A mi me encanta pensar, sentarme y pensar, mirarme al espejo y pensar en cualquier cosa, hablar conmigo mismo. Disfruto pensando.
          Me encanta mi mirada, acerco mi rostro al espejo para verme bien cerca, apoyo casi todo mi peso sobre mis manos, me encanta esa tensión, me acerco más al espejo y el lavabo se rompe cayéndome en las piernas, el impulso me tira para atrás y caigo en la bañera. El lavabo se desmenuza en el suelo. Yo intento agarrarme a algo que frene mi caída pero solo tengo a mano la cortina y resulta insuficiente, mi cabeza acaba de impactar contra la pared y el palo de la cortina contra mi nariz. Mi mano derecha abre el grifo en un intento por agarrarse a algo. Creo que me he abierto la cabeza y no siento las piernas. Mi mano no tiene fuerzas para rebuscar sangre entre mi pelo, mi mirada se apaga pero le da tiempo a ver el agua caer. El agua esta helada, más fría que nunca, cae de modo constante y llega mi último aliento. Se que no voy a salir vivo de esta bañera, no puedo admirar el agua caer y teñirse con mi sangre ni tampoco puedo disfrutar de este momento. El deseo de sobrevivir me lo impide. Creo que esto es ser humano y muero.

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