miércoles, 22 de agosto de 2012

Lo que queda de Mi


       Otra tarde empotrado ante el televisor como si me interesase lo que cuenta, viendo capítulos repetidos de series que no se dejan caer en el olvido... la luz entra por la ventana inundando el salón y llenando mi perfil de claridad, proyectando la sombra de lo que queda de mi en la pared blanca. Levanto la mano y entreabro los dedos para juguetear con mi sombra, continúo ondeando mis dedos en el aire hasta que ella se detiene, mis dedos aún juguetean pero la sombra se revela. Se levanta de la silueta que deja el sillón y se planta de pié ante mí, que permanezco completamente paralizado, no se si por el miedo, por incredulidad o por el asombro. Tras unos primeros segundos de perplejidad hago un intento tímido de tocarla con mi mano, pero retrocede un paso. Se gira hacia la pequeña mesita que está entre el sillón y el televisor y coge el mando a distancia, me mira y sale corriendo hacia el balcón, me levanto tras ella y da un salto al vacío. Seis pisos de caída libre, me asomo y no veo gran cosa, aunque parece que el mando se ha roto. Bajo a ver si hay algún rastro de mi sombra pero solo quedan restos desperdigados del mando, tan solo encuentro una de las dos pilas y decido tirar a un contenedor cercano los demás elementos de un artefacto que ya difícilmente podrá controlar nada. Subo algo desconcertado, con una pila pero sin sombra.
       Resulta extraño no tener sombra, es algo a lo que normalmente no hago mucho caso pero que siempre está ahí, en el fondo es una parte importante de mi. Me doy una ducha mientras reflexiono levemente sobre lo sucedido. No conozco a nadie que le haya pasado nada parecido, y no sabría a quién acudir para arreglarlo, y en el fondo tampoco se si es algo que haya que remendar, quiero decir, si no la recupero pues supongo que tampoco pasa nada. ¿Para qué quiero tener sombra? Me asaltan mil dudas, gran parte fruto del desconcierto. Por otro lado pienso que demostrar la veracidad de mi historia sería sencillo, ya que no tengo sombra.
       La noche se aproxima cada vez más y aún no se que hacer, podría llamar a alguien y contárselo aunque eso no solucionaría nada en absoluto, pienso en salir a la calle a buscarla pero la simple idea genera en mí dudas sobre mi cordura. Por otro lado si he de ir a buscarla lo he de hacer de inmediato, ya que la luz comienza a menguar e imagino que encontrar una sombra de noche será mas complicado que de día. Aunque a lo mejor la sombra ha muerto al caer, me he quedado sin ella, en el fondo si la sombra muriese, yo ¿qué perdería? Ella como mucho observa mis actos, los imita con su estilo característico, frío, oscuro, mudo y deforme a veces. Otras veces casi más veraz y nítido que mis propios actos, más clara que muchas de mis decisiones. Sea como sea ella es parte de mi, compañera silenciosa de esta largo viaje. Voy a llamar a alguien.
        Tras media hora de surrealistas conversaciones telefónicas con varios conocidos y familiares, llego a la conclusión de que necesito descansar un poco, no se si lo que he visto ha sucedido realmente o ha sido fruto de mi imaginación, juraría haberlo visto y ¡joder!, no tengo sombra. Enciendo la tele y me siento en el sillón. Voy haciendo zapping de un modo tortuoso, sin mando a distancia, hasta llego a un canal que suelo ver habitualmente, pasan un programa de entrevistas que me descoloca un poco, están entrevistando a mi sombra.
        Parece desenvolverse con soltura en televisión, como si lo hubiese hecho todos los días, la gente le ríe casi cada comentario, yo sería incapaz de ponerme ante una cámara. Se hace llamar “Sombrío” pero es evidente que soy yo, o al menos una parte de mi. En la entrevista le preguntan un sin fin de cosas, de las que sale airoso con una facilidad abrumadora. Cuenta ser la sombra de un paracaidista murciano al que no se le abrió el paracaídas y falleció. Las sombras no experimentan ningún tipo de caída, por el hecho de que siempre necesitan una superficie sobre la que proyectarse, y en el instante antes de ver morir a su dueño, decidió separarse de él, quedando libre para vagar por el mundo, siendo inmortal. ¡Qué huevos! Un paracaidista murciano.
        En cuanto acaba la sarta de mentiras en la que está basada la entrevista llamo a la cadena televisiva y pido hablar con Sombrío. Me sale su representante y me dice que él no puede atenderme. Amenazo con presentarme en televisión a contar la verdad sobre “Sombrío” y finalmente accede a ponerme a mi sombra al teléfono. Tras una pequeña discusión con lo que que era mi sombra, la convenzo para venir a mi piso y hablar en persona.

        Soy incapaz de dormir; no se como afrontar la reunión de mañana con mi sombra; no se qué decirle; quiero que vuelva y en cierto modo la necesito, no se para qué, pero se que sin ella no soy yo. No quiero rogarle y parecer desesperado, pero tampoco quiero exigirle y que se sienta presionada, no me puedo permitir que no vuelva. La noche es cada vez mas corta y pierdo toda esperanza por conciliar el sueño.

        “Sombrío” entra con su representante en mi piso, él se queda en la cocina y nosotros vamos a hablar al salón. Se sienta frente a mi y me pide una copa. Me levanto al mueble bar y le sirvo, en lo que me sirvo otra mi, coge la suya y me dice con voz clara y firme.
        -No voy a volver contigo- él agarra la silueta de la copa haciendo que la real levite ante mis ojos, la inclina y bebe el líquido de la sombra, líquido que va desapareciendo sin caer en ninguna parte, es como si la copa se derramase sobre la nada. La estupefacción me abruma, no se si lo real es el mundo en el que vivo o si lo son las sombras y mi realidad no es mas que una simple imitación. La sombra autónoma es lo más parecido a un alma que he visto nunca. ¿Es mi alma o su sombra? Ni siquiera acabo de servirme la bebida, simplemente me siento y de un sorbo hago yo también desaparecer el poco líquido que había en mi copa.
        Su representante entra en el salón.
        -¿Puedo vivir sin sombra?
        -Claro que puedes- contesta mi sombra, -de hecho ahora estás vivo.- El representante de inmediato propone una solución.
        -Sombrío ya tiene un contrato firmado con varias cadenas televisivas, él te puede dar un pequeño porcentaje de sus ganancias, para garantizar, por supuesto, tu comodidad. Lleváis muchos años juntos y al chico le gustaría saber que tú vas a estar bien. Eso y que no puede permitirse el lujo de que alguien vaya por ahí diciendo que él es su sombra y que los comerciales relatos de su procedencia son ficticios. Pero tampoco podemos dejar a este hombre sin sombra, por eso a Sombrío y a mi se nos ha ocurrido que tengas otra sombra.- La velocidad, seguridad y encanto de sus palabras me confunden aún mas de lo que ya lo estoy.
        -¿Otra sombra?
        -Sí otra sombra, por ejemplo la de este jarrón. Es una sombra muy digna, mira solo hay que quitar las flores y hasta parece el contorno de un ser humano y todo.- Con un brutal desparpajo en sus palabras y actuando como si estuviese en su casa, tocando mi jarrón y despojándolo de mis flores, me ofrece tener la sombra de un florero. Sombrío se acerca a la base del florero, toma la sombra y la pega a mis pies.
        -Ya está- finaliza el representante mientras me deja una tarjeta de visita -envía tu número de cuenta a esta dirección de e-mail y mensualmente se ingresará un pequeño porcentaje de las ganancias de Sombrío, aquí te dejamos una copia del contrato que él mismo te ha ahorrado firmar, ya que en términos legales tu sombra puede firmar por ti.- Sombrío se acaba su copa, se levanta y se va, justo tras él se marcha el hombrecillo repugnante con mucha labia y morro. Yo me quedo en mi sillón, en el sillón en el que empezó todo, la tele encendida, el mando roto, yo con una copa vacía en la mano y mi sombra en un programa televisivo. Me planteo apagarla para ver mi reflejo, pero me da un poco de miedo hacerlo, así que veo un fragmento que mi sombra ha debido grabar esta mañana en algún plató extraviado.
        He de asumir que una parte de mi está en la televisión y como consecuencia directa de ello, cada vez que me vuelvo me encuentro, al final de mis pies, la sombra de un jarrón vacío. Que parece ser lo que queda de mi.


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