lunes, 29 de octubre de 2012

Los Dueños del Gato


       Una copa de vino sobre la encimera. El gato que se acerca para olerla y la dueña que le deja. Al final todos los dueños dejan que sus gatos huelan sus copas de vino. O eso creen aunque en el fondo sepan que los gatos harán lo que les venga en gana. Los gatos por el contrario no se lo que saben, no se si saben que pueden hacer lo que les venga en gana o no, no se si saben que sus dueños son sus dueños, ni se si saben que son gatos.



       Anoche regresé a casa, al salir del trabajo fui con unos amigos a tomar algo y a jugar al billar. Hacía años que no jugábamos. Cuando llegué a casa me sorprendió la quietud. Marina solía estar viendo el televisor en el salón y ayer fue radicalmente diferente. Había una copa de vino sobre la encimera y el gato estaba lamiendo su contenido. Me acerqué para sacarlo de la encimera pero se asustó y tiró la copa. Por suerte no se rompió, pero el líquido goteaba hasta el suelo por el borde del mármol. El gato se sentó junto a la puerta y me observaba limpiar, estimo que en cierto modo se estaba riendo de mi y me dieron ganas de darle una patada en esa adorable cabecita. ¿Quién sería capaz de pegarle a su amado gato?

       Creí que Marina no estaría en casa al ver las luces del salón y la tele apagadas. Supuse que habría salido a dar un paseo. Cogí un vaso de agua y me senté en el sofá, para cuando intenté cerrar los ojos y relajarme escuche un jadeo que me estremeció y sobresaltó. No era posible.

       Di un sorbo al agua y volví a escucharlo, sencillamente no podía ser posible, no podía serlo y menos en mi casa y menos a esta hora. Sabe a que hora llego, llego siempre a la misma hora, de querer hacer algo así habría elegido otro momento.

       Pero luego descubrí una cosa, y es que lo que uno puede imaginar, lo que uno espera de una situación rara vez es lo que finalmente sucede. Empecé a subir las escaleras velozmente, aun sin creerme que estuviese pasando eso. Pero a medida que subía se escuchaban más y más detalles que me hacían ver que era cierto. Primero fueron intensos gemidos, pero luego alcancé escuchar palabras concretas, no me podía creer que mi Marina estuviese diciendo eso. Esas palabras tan desbocadas y lascivas que yo nunca hube escuchado de sus labios. Que hacía muchos años que no escuchaba de una mujer. Me paralicé por completo en lo alto de la escalera. La puerta del cuarto se encontraba abierta, la luz de la mesa de noche estaba encendida y proyectaba una sombra en el pasillo que no era nada agradable de ver. Se escuchaban verdaderas atrocidades saliendo de ambos amantes. Me quedé completamente paralizado, no pensé en interrumpir, o sí, no sabía que hacer hasta que el sonido de un fuerte cachete me despertó de mi letargo y me hizo plantarme ante nuestra habitación. Me quedé boquiabierto y completamente paralizado, creí que gritaría eufórico al llegar a la puerta pero la escena sobrecogió mis ojos y me congeló los músculos.

       Mi mujer se encontraba arrodillada e inclinada sobre la cama y tras ella había un hombre con un pasamontañas y estaba follándosela. Tirándole del pelo y agarrándole con fuerza su cintura. Ella ni siquiera reparó en mi presencia. Él sí, pero no pereció importarle. Alguien me agarró con fuerza desde atrás, me tapó la boca y me sujetó los brazos obligándome a observar esa denigrante escena. Pensé que la estaban violando, que eran dos atracadores. Pero al ver el rostro de Marina descubrí que no. Ella por fin advirtió mi presencia y parece que eso la alentó a entregarse con más pasión a su amante. Entonces me di cuenta de que lo estaba haciendo a propósito. ¿Que le había hecho yo para merecer una cosa así? Nunca fui un amante extraordinario con ella, pero jamás me habría imaginado algo así. Habría deseado dar media vuelta al llegar a lo alto de las escaleras.


       Y con esa escena, dos hombres con pasamontañas, uno de ellos fornido y alto inmovilizándome por completo, el otro detrás de mi mujer demostrando una fogosidad desmedida. Acabó por suceder lo último que me habría imaginado. El amante la sujetaba con fuerza y ella me sonreía cruelmente y gritaba. El hombre cogió un machete con su mano derecha y lo elevó sobre mi mujer, sin detenerse elevó su cabeza tirándole fuertemente del pelo, ella dio un último grito, mas por el dolor del cabello que por el placer del sexo y él le cortó el cuello.

       Creo que mi mujer eso no se lo esperaba, yo me encontraba completamente salpicado en sangre y ese hombre siguió manteniendo sexo con mi difunta esposa, con su cuello abierto en canal y su sangre brotando sobre mi y sobre mi gigantesco amigo. Siguió con ella hasta que de los tirones y acometidas su cabeza acabó por desprenderse por completo. Entonces dejaron su cuerpo tirado sobre la cama, con la cabeza sobre su espalda y mirándome, como cada noche cuando llegaba a casa. Me ataron a una silla frente a ella antes de marcharse.

       Me costaba entender todo lo sucedido, ya no sabía si eso lo inició ella o no, no sabía siquiera si todo eso había sido un sueño y me encuentro aun en la barra de los billares. Cerré los ojos con fuerza y al abrirlos aun me encontraba atado a una silla, con mi mujer muerta sobre nuestra cama y su cabeza mirándome.

       El gato entró en la estancia, yo no tenia fuerzas para forcejear. En un vano intento por soltarme la silla calló al suelo, desde la puerta tirado y atado a una silla caída observé como su sangre chorreba por la colcha y goteba en el suelo, el gato la lamía imagino que intentando limpiarla como si fuese una derramada copa de vino. Yo le miré, sin saber de quién era dueño.

Xulio ML

No hay comentarios: