lunes, 8 de marzo de 2010

Y CAMBIO MI VIDA

Un día del primer mes primaveral de un año que no recuerdo, de un año en el que yo todavía era muy pequeño, sucedió que sin darme cuenta había encaminado mi rumbo.
Esa mañana me levanté, dejé mi pequeño osito de trapo sobre la cama, a pesar de levantarme yo temprano para ir al colegio, a él siempre lo dejaba dormir hasta la hora que le apeteciera, sobretodo no me gustaba que le cogiera ese frio tan estremecedor que se te aferra al destaparte de una cama bien calentita. Me duché como cada mañana, me vestí, desayune mientras veía los dibujos animados. Cogí la mochila y fui a buscar una bufanda al armario de papá. En el armario una pequeña caja plateada llamó mi atención, no pude evitar abrirla. ¡Era hermosa, qué grande y brillante! Nunca había visto una pistola de verdad, y era muy pesada. Mamá hizo sonar el cláxon porque se hacía tarde. Deje todo como estaba y bajé al coche.
Ya llevaba un par de horas en la escuela, cuando comenzó la clase de lengua. Don Emilio comenzó a corregir los ejercicios en voz alta, preguntando a los alumnos, yo no había hecho los deberes, el día anterior me pasé la tarde jugando con Daniel, mi vecino. EL listado se acercaba peligrosamente a mí, iba a quedar mal delante de todos por no saber contestar, por no tener los deberes hechos. Yago había contestado, ese odioso. Le tocó a Carlota, después iba yo en la lista, faltaba muy poco, los nervios se apoderaron de mi, cogí lo primero que encontre en la mochila para tener las manos ocupadas, odiaba al profesor por preguntarme justo el unico día que no traía las tares hechas, lo odiaba por lo mal que explicaba las lecciones y porque siemrpe llegaba tarde a clase, simplemente lo odiaba. Carlota era tan hermosa, con su pelo largo ondulado, su piel morena y su voz, que radiaba ternura con cada palabra, aunque fuese respondiendo a un ejercicio del profesor, su voz me hacía sentir bién. Pero se calló, Don Emilio pronunció mi nombre y le disparé. Certero, un disparo perfecto, entre los ojos. Algo se apoderó de mi en aquel instante, aún hoy no me explico como aquel artefacto acabó en mis manos, juraría haberlo devuelto al armario.
Me separaron de mis padres, me internaron en un colegio, con nueve años no deberían separar a nadie de quién mas quiere, de quien le entiende y le hace sentir bien. Pero Carlota se quedó atrás y ya nunca la he vuelto a ver. Recuerdo cuando nos cogiamos de la mano, cuando prometimos ser novios para siempre, cuando me peleé con David porque se había metido con ella. Me divertía mucho a su lado. Y por un error, un acto insignificante no la he vuelto a ver. He conocido a otras en los siguientes treinta y tres años, pero no es lo mismo. A ella la recuerdo maravillosa.
Aún no se muy bien como me organicé la vida sin saber nada, pero sigo pensando que nada de lo que me sucedió fue justo, y como creo que todo esto en realidad ha sido un sueño demasiado largo, sigo con mi osito de peluche para arroparlo cuando yo me levante temprano y él aún reclame sus merecidos cinco minutos.
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martes, 5 de enero de 2010

AQUELLA NOCHE QUE ME PUSE UNA CARETA BLANCA Y ME MIRE A UN ESPEJO ARMADO CON UN CUCHILLO DE CARNICERO Y UN BOLIGRAFO AZUL

Hoy es uno de esos días, de esos en los que me despierto sin haberme acostado, y me doy miedo, tanto miedo que soy incapaz de asustarme a mi mismo, tanto miedo que sumido en la oscuridad de mi nueva careta me hundo en la luz de la claridad de mi piel. ¿Quién soy? Soy Dios, lo soy porque me veo capaz de arrebatarte la vida, o a mi mismo si es que hablo con mi reflejo. Sin temor alguno pero con miedo, con mucho miedo.

Pero no temas, yo estoy aquí para salvaguardar tus dulces sueños; para que esas gráciles mariposillas caigan fulminadas por la mirada oscura que emanan mis ojos. Y ya sin pelos en la lengua, tu historia.

Llegaste hace dos semanas y te tumbaste sobre el mismo sillón que estás ahora, sobre el mismo en el que has vivido tantos domingos de calma, y sobre el mismo en el que probablemente mueras, pero quién sabe como acaba tu historia. Yo lo se y por eso la cuento. Tras tumbarte cerraste los ojos, dejaste caer tu cabeza hacia detrás como si tu vida fuese un espejismo de una realidad que anhelas. Pero pasado un tiempo, cuando abres los ojos y descubres que vives en la ilusión que has creado a conciencia, a la que has dedicado cada minuto de tu vida y con cuyo resultado no estas conforme. Entonces te duermes como si todos tus errores se desvanecieran. Pero no lo hacen, si lo hicieran no estarías bajo mi control; no te habrías puesto esta careta; no asustarías a lo mas profundo de tu alma; no recordarías tu muerte antes de haberla vivido, no verías tu cuello rebanado ni tu preciado sillón cubierto de sangre. Porque eres feliz. Pero no lo hacen, no se desvanecen porque no te mereces mas que esta careta que minuto a minuto has ido creando hasta completar el vacío de sus ojos negros. Y la vida sigue sin mi, te quitas la careta y de verdad esta vez te duermes.

Despiertas, lo haces porque deseas despertar; porque masoca de ti lloras por recuperar tu putrefacta existencia llena de mentiras y engaños a los que llamas felicidad. Eres feliz, muy feliz, por eso estoy yo aquí y tu sentado ante mi reflejo, porque te inunda la felicidad tanto como los deseos de que tu malvada zurda cruce de un lado a otro empuñando lo que intuyes desde el reflejo a través de esos dos pequeños huecos negros. Pero una vez despierto ya no recuerdas nada, y si recuerdas algo no es sino aquellas mariposillas antes de que yo les arrancara las alas lentamente. Te gustan esas mariposas aún sabiendo que no son reales, porque son las que te alimentan, te dan un amor que no puedes sentir y te obligan a querer despertarte cada mañana.

Yo te amo, las mariposas ni siquiera tú sabes de donde salieron, yo he salido de tu mirada, si observas esta careta en sus ojos descubrirás el amor que albergas en mi interior, o en el tuyo si es que estas hablando con un reflejo.

Te voy a contar el final de la historia. Al final mueres y te encuentras conmigo, pero antes, como cada noche en estas dos ultimas semanas, te tumbas en tu sofá y te liberas de un estrés que no tienes. Cierras los ojos, abres las manos desarmándome y te duermes para, consciente de mi, seguir soñando con las mariposas de colores, que cada día cambian sus alas para que no te aburras demasiado.

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