viernes, 21 de febrero de 2014

Lo Profundo de la Banalidad. Cap. 3

Capítulo 3 -  La luz al final del túnel y también al principio.


Se me cayó una cucharilla al suelo, me tumbé a su lado y me puse a observarla hasta que, tras tres horas, se movió. Ella creía que yo estaba dormido, por eso primero levantó la cabeza y me miró, como con cuidado, como cuando eres niño y te haces el dormido, pero miras para ver si se creen que estas durmiendo. Yo me quedé estático observándola con atención. Ella podía volver a quedarse quieta, retroceder sobre sus pasos y que yo acabara pensando que esto no era más que un simple delirio, pero en lugar de eso, optó por levantarse y mirarme fijamente. Para mi fue un momento muy especial, una cucharilla nunca me había devuelto la mirada.

Pasaron unos minutos más y ella rompió el silencio.

-Es asqueroso sabes.- Y se me quedó mirando, tras una larga pausa continuó. -Vuestras bocas, por lo general son asquerosas.

No hablaba de la mía en particular, sino de los humanos en general, las bocas eran asquerosas...
-Y bueno, di tu, que yo soy pequeñita, generalmente remuevo el azúcar y poco más. Pero solo pensar que en unos años me utilizarán para la sopa. Házme un favor, píntame de mariquita y cuélgame en una pared, como adorno.- No supe que contestarle. -Y deshazte del tenedor del mango marrón, nos está volviendo locos a todos, dice que sufre mucho cada vez que lo usáis, que es vegetariano y ecologista y no soporta pinchar la ternera.

Me costó asimilar todo aquello unos instantes, pero me decidí a preguntarle algo. -¿De mariquita?
-¡Mira!- me contestó -soy una cucharilla, la mayoría intentamos escaparnos antes de crecer y convertirnos en pesadas cucharas o ancianos cucharones. Yo quiero irme por las buenas. Quiero tener una vida tranquila como adorno de pared, es mucho mejor vida que la de un cubierto. Si fuese un cuchillo no me quejaría vale, pero no es el caso, yo soy una curranta, todo el día removiendo cafés y tés y de vez en cuando le ataco a un trocito de tarta de queso. Y no quiero desaparecer como un calcetín y tener un futuro incierto, imagina que acabo en un basurero. Quiero ser un adorno de pared, y por favor, deshazte de ese tenedor, es un incordio y desmoraliza a todo el personal.

Pasé la tarde pintando cucharillas y cucharas y pegándolas en la pared. Desde entonces me dedico a hacer esculturas con cubiertos en mis ratos libres, los "entendidos" hablan bastante bien de mi obra.
Ahora como con palillos, no se si están vivos o no, pero... es lo que hay.

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