Otra tarde empotrado ante el televisor
como si me interesase lo que cuenta, viendo capítulos
repetidos de series que no se dejan caer en el olvido... la luz entra
por la ventana inundando el salón y llenando mi perfil de
claridad, proyectando la sombra de lo que queda de mi en la pared
blanca. Levanto la mano y entreabro los dedos para juguetear con mi
sombra, continúo ondeando mis dedos en el aire hasta que ella
se detiene, mis dedos aún juguetean pero la sombra se revela.
Se levanta de la silueta que deja el sillón y se planta de pié
ante mí, que permanezco completamente paralizado, no se si por
el miedo, por incredulidad o por el asombro. Tras unos primeros
segundos de perplejidad hago un intento tímido de tocarla con
mi mano, pero retrocede un paso. Se gira hacia la pequeña
mesita que está entre el sillón y el televisor y coge
el mando a distancia, me mira y sale corriendo hacia el balcón,
me levanto tras ella y da un salto al vacío. Seis pisos de
caída libre, me asomo y no veo gran cosa, aunque parece que el
mando se ha roto. Bajo a ver si hay algún rastro de mi sombra
pero solo quedan restos desperdigados del mando, tan solo encuentro
una de las dos pilas y decido tirar a un contenedor cercano los demás
elementos de un artefacto que ya difícilmente podrá
controlar nada. Subo algo desconcertado, con una pila pero sin
sombra.
Resulta extraño no tener
sombra, es algo a lo que normalmente no hago mucho caso pero que
siempre está ahí, en el fondo es una parte importante
de mi. Me doy una ducha mientras reflexiono levemente sobre lo
sucedido. No conozco a nadie que le haya pasado nada parecido, y no
sabría a quién acudir para arreglarlo, y en el fondo
tampoco se si es algo que haya que remendar, quiero decir, si no la
recupero pues supongo que tampoco pasa nada. ¿Para qué
quiero tener sombra? Me asaltan mil dudas, gran parte fruto del
desconcierto. Por otro lado pienso que demostrar la veracidad de mi
historia sería sencillo, ya que no tengo sombra.
La noche se aproxima cada vez más
y aún no se que hacer, podría llamar a alguien y
contárselo aunque eso no solucionaría nada en absoluto,
pienso en salir a la calle a buscarla pero la simple idea genera en
mí dudas sobre mi cordura. Por otro lado si he de ir a
buscarla lo he de hacer de inmediato, ya que la luz comienza a
menguar e imagino que encontrar una sombra de noche será mas
complicado que de día. Aunque a lo mejor la sombra ha muerto
al caer, me he quedado sin ella, en el fondo si la sombra muriese, yo
¿qué perdería? Ella como mucho observa mis
actos, los imita con su estilo característico, frío,
oscuro, mudo y deforme a veces. Otras veces casi más veraz y
nítido que mis propios actos, más clara que muchas de
mis decisiones. Sea como sea ella es parte de mi, compañera
silenciosa de esta largo viaje. Voy a llamar a alguien.
Tras media hora de surrealistas
conversaciones telefónicas con varios conocidos y familiares,
llego a la conclusión de que necesito descansar un poco, no se
si lo que he visto ha sucedido realmente o ha sido fruto de mi
imaginación, juraría haberlo visto y ¡joder!, no
tengo sombra. Enciendo la tele y me siento en el sillón. Voy
haciendo zapping de un modo tortuoso, sin mando a distancia, hasta
llego a un canal que suelo ver habitualmente, pasan un programa de
entrevistas que me descoloca un poco, están entrevistando a mi
sombra.
Parece desenvolverse con soltura en
televisión, como si lo hubiese hecho todos los días, la
gente le ríe casi cada comentario, yo sería incapaz de
ponerme ante una cámara. Se hace llamar “Sombrío”
pero es evidente que soy yo, o al menos una parte de mi. En la
entrevista le preguntan un sin fin de cosas, de las que sale airoso
con una facilidad abrumadora. Cuenta ser la sombra de un paracaidista
murciano al que no se le abrió el paracaídas y
falleció. Las sombras no experimentan ningún tipo de
caída, por el hecho de que siempre necesitan una superficie
sobre la que proyectarse, y en el instante antes de ver morir a su
dueño, decidió separarse de él, quedando libre
para vagar por el mundo, siendo inmortal. ¡Qué huevos!
Un paracaidista murciano.
En cuanto acaba la sarta de mentiras
en la que está basada la entrevista llamo a la cadena
televisiva y pido hablar con Sombrío. Me sale su representante
y me dice que él no puede atenderme. Amenazo con presentarme
en televisión a contar la verdad sobre “Sombrío” y
finalmente accede a ponerme a mi sombra al teléfono. Tras una
pequeña discusión con lo que que era mi sombra, la
convenzo para venir a mi piso y hablar en persona.
Soy incapaz de dormir; no se como
afrontar la reunión de mañana con mi sombra; no se qué
decirle; quiero que vuelva y en cierto modo la necesito, no se para
qué, pero se que sin ella no soy yo. No quiero rogarle y
parecer desesperado, pero tampoco quiero exigirle y que se sienta
presionada, no me puedo permitir que no vuelva. La noche es cada vez
mas corta y pierdo toda esperanza por conciliar el sueño.
“Sombrío” entra con su
representante en mi piso, él se queda en la cocina y nosotros
vamos a hablar al salón. Se sienta frente a mi y me pide una
copa. Me levanto al mueble bar y le sirvo, en lo que me sirvo otra
mi, coge la suya y me dice con voz clara y firme.
-No voy a volver contigo- él
agarra la silueta de la copa haciendo que la real levite ante mis
ojos, la inclina y bebe el líquido de la sombra, líquido
que va desapareciendo sin caer en ninguna parte, es como si la copa
se derramase sobre la nada. La estupefacción me abruma, no se
si lo real es el mundo en el que vivo o si lo son las sombras y mi
realidad no es mas que una simple imitación. La sombra
autónoma es lo más parecido a un alma que he visto
nunca. ¿Es mi alma o su sombra? Ni siquiera acabo de servirme
la bebida, simplemente me siento y de un sorbo hago yo también
desaparecer el poco líquido que había en mi copa.
Su representante entra en el salón.
-¿Puedo vivir sin sombra?
-Claro que puedes- contesta mi sombra,
-de hecho ahora estás vivo.- El representante de inmediato
propone una solución.
-Sombrío ya tiene un contrato
firmado con varias cadenas televisivas, él te puede dar un
pequeño porcentaje de sus ganancias, para garantizar, por
supuesto, tu comodidad. Lleváis muchos años juntos y al
chico le gustaría saber que tú vas a estar bien. Eso y
que no puede permitirse el lujo de que alguien vaya por ahí
diciendo que él es su sombra y que los comerciales relatos de
su procedencia son ficticios. Pero tampoco podemos dejar a este
hombre sin sombra, por eso a Sombrío y a mi se nos ha ocurrido
que tengas otra sombra.- La velocidad, seguridad y encanto de sus
palabras me confunden aún mas de lo que ya lo estoy.
-¿Otra sombra?
-Sí otra sombra, por ejemplo la
de este jarrón. Es una sombra muy digna, mira solo hay que
quitar las flores y hasta parece el contorno de un ser humano y
todo.- Con un brutal desparpajo en sus palabras y actuando como si
estuviese en su casa, tocando mi jarrón y despojándolo
de mis flores, me ofrece tener la sombra de un florero. Sombrío
se acerca a la base del florero, toma la sombra y la pega a mis pies.
-Ya está- finaliza el
representante mientras me deja una tarjeta de visita -envía tu
número de cuenta a esta dirección de e-mail y
mensualmente se ingresará un pequeño porcentaje de las
ganancias de Sombrío, aquí te dejamos una copia del
contrato que él mismo te ha ahorrado firmar, ya que en
términos legales tu sombra puede firmar por ti.- Sombrío
se acaba su copa, se levanta y se va, justo tras él se marcha
el hombrecillo repugnante con mucha labia y morro. Yo me quedo en mi
sillón, en el sillón en el que empezó todo, la
tele encendida, el mando roto, yo con una copa vacía en la
mano y mi sombra en un programa televisivo. Me planteo apagarla para
ver mi reflejo, pero me da un poco de miedo hacerlo, así que
veo un fragmento que mi sombra ha debido grabar esta mañana en
algún plató extraviado.
He de asumir que una parte de mi está
en la televisión y como consecuencia directa de ello, cada vez
que me vuelvo me encuentro, al final de mis pies, la sombra de un
jarrón vacío. Que parece ser lo que queda de mi.
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