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Capítulo 2:
Llegando a lo desconocido
Me
acerqué y le toqué el rostro con un palito, ella se
encontraba tirada sobre el barro, no se si estaba vestida o desnuda,
a lo mejor lleva ropa o a lo mejor no. Quizás una blusa blanca
manchada por la tierra o quizás no. La lluvia era intensa y
ella no parecía moverse, yo seguí por unos minutos
tocándole su pómulo con un palito.
-¿De
dónde vienes? Pareces perdida y muerta. ¿Estás
muerta? Parece que lo estás porque no contestas cuando te
hablo. Yo no creo en los muertos sabes, una vez vi morir a un hombre
y resultó que estaba vivo. Desde entonces solo creo en los
vivos y en los cuerpos inertes. Tú pareces un cuerpo inerte,
como esa roca de ahí, aunque probablemente esa roca pese más
que tu; tu piel parece más suave que la de la roca y
probablemente ella permanecerá ahí más tiempo
que tu cuerpo inerte.- Proseguí con mi soliloquio y dándole
toquecillos en el pómulo con un palito.
El
agua de la fuerte lluvia se deslizaba por su pelo cobrizo, uno de sus
mechones en concreto parecía como si hiciese brotar agua de su
interior, al principio creí que era impresión mía,
que el agua al caer generaba esa ilusión en su cabello, pero
no, estaba brotando realmente, de uno de sus mechones comenzó
a salir agua a borbotones, cada vez con más fuerza y no tardó
en abrirse camino por el barrizal.
Me
separé de ella y a su lado pronto se formó un río
que nacía de su cabello. ¡Es la primera vez que veo el
inicio de un río! Su cauce fue en aumento, cada vez más
ancho, cada vez salía más agua que ya la cubría
a ella por completo, ya no era solo un mechón, ahora de cada
pelo salía un torrente. Finalmente ella se transformó
en el río, su cuerpo se fue disolviendo hasta que solo
quedaron sus cabellos, y pronto se los llevó la corriente.
El
río huyó, salió corriendo tras el último
de los mechones cobrizos.
Caminé
por el barro, con mi palito en la mano, siguiendo lo que hasta hace
un instante era un río. Caminé en busca de un cuerpo
inerte tal vez desnudo o tal vez no, a lo mejor llevaba una blusa
blanca manchada por la tierra. Me aferré a mi palito y caminé,
acompañado por mi, en busca de un pómulo pálido
al que dar golpecillos.
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