Hacía tiempo que no pisaba la facultad. Parece mentira como cambian las cosas cuando te ausentas por un largo periodo. Era todo completamente distinto. En un principio creí que la fachada era de otro color; también me pareció que habían cambiado la puerta y que los cristales de las ventanas antes eran transparentes. Pero como habitualmente no me suelo fijar en ese tipo de detalles tampoco le di gran importancia. Lo que me llamó mucho la atención fue la fuente, esa fuente en la que yo recordaba haber bebido tantas veces, era de piedra y tenía el agua estancada.
El tiempo también había pasado para los alumnos, eran casi todos bastante mayores, con la excepción de algún infante. (Vease infante como niño, no como masculino de la infanta, miembro/a de la familia real) Otro cambio significativo fue que al pasar a la clase el espacio era sin duda mas amplio que el habitual, había bancos de madera, cuadros en las paredes grandes cristaleras, una especie de escenario, supuse que para el profesor y dos maderas como cruzadas colgadas en la pared del fondo con un hombre clavado en ellas. Parecía rey pues llevaba corona, pero vestía como un pordiosero, debió de ser alguien importante para el profesor.
El profesor, menudo elemento, vestía rarísimo, lo que me acabó por confirmar que para dar clase en una universidad hay que tener algún tipo de deficiencia psíquica, o varias. Este ser portaba una especie de túnica, como las de los griegos antiguos pero limpia. Sobre ella una capa violeta, y algún que otro elemento decorativo más.
Pero no sabía dar clase, solo leía, leía y leía de un libro la hostia de grande. De cuando en cuando le daba un sorbo a su cáliz. El tipo era raro, pero la cosa es que los alumnos le seguían el juego, ellos se arrodillaban, cruzaban las manos, decían no se que de amen y ave Maria putísima, yo no podía parar de reir. Me acabaron echando. Al salir de allí me encontré con Panadero, un amigo mío que lleva una charcutería muy conocida en la ciudad, y me preguntó que hacía yo metido en una iglesia. Obviamente no le conté que creí que era la facultad, pues quién sería tan estúpido como para creerse que alguien confundió la universidad con una iglesia, y que había intentado ir a clase un domingo pensando que era ya lunes. Fue más sencillo explicarle que a mi vecino Carlitos se le habían acabado los estupefacientes ilegales que solía consumir y que como estaba en busca y captura era mejor que no saliera mucho de casa, el padre Camello era su distribuidor habitual y por eso me preguntó si no me importaba pasarme por la iglesia y comprarle algo, y cómo a mi no me importa nada. Fue muy gracioso cuando el charcutero fue luego al confesionario a comprar hachís.
Al día siguiente si que encontré la facultad de letras y ciencias políticas, fue muy divertido, hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien jugando al mus. Iba a entrar a clase, pero no conseguí recordar cuál era mi licenciatura.
Sin duda mi próxima tarea consistirá en averiguar en qué estaba matriculado, pero hasta dentro de una semana no volveré a la facultad, el ritmo hay que ir cogiéndolo poco a poco, para crear el hábito de ir todos los días primero hay que ir uno a la semana.
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1 comentario:
jajajaja pues tarde vas a empezar a coger el hábito de ir a clase!! :D
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